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Las víctimas y el ministerio fiscal. Por Francisco Javier Montero
En el mes de julio se presentó en Madrid el libro Fiscales de Película, en el que 35 fiscales comentamos una treintena de largometrajes en los que la figura del ministerio público forma parte nuclear del argumento. Eduardo Torres-Dulce, ex fiscal general del Estado y autor del prólogo, abunda en una tipología del fiscal como un personaje “tirando a mal encarado, con la sangre de la acusación chorreándole por la negra toga, que disfruta acusando implacablemente, con delectación de verdugo, al pobre e inocente acusado”.
Podría afirmar, sin temor a equivocarme, que si se hiciera una encuesta sobre la imagen que la sociedad tiene del fiscal arrojaría resultados desalentadores. Buena parte de la ciudadanía destacaría el papel del fiscal como acusador penal, obviando otras funciones. Está claro que los fiscales imponemos; esto es una especie de anatema profesional.