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El 'top manta' y las tres 'p'. Por Eva Mas Curiá.
SI BIEN el llamado top manta viene siendo un tipo de negocio ilícito al que la sociedad se ha acostumbrado a fuerza de convivir con él, es obligado reconocer que en los últimos tiempos está generando un serio debate en los medios de comunicación consecuencia del aumento exponencial de este fenómeno unido a las nuevas formas en las que va desplegándose.
Tal es así, que en las playas los llamados manteros han pasado de vender imitaciones fraudulentas de los más variados productos a ofrecer todo un abanico de servicios que incluyen desde masajes corporales a bebidas y cócteles de dudoso origen y, por supuesto, sin control sanitario alguno. Todo ello ha llevado a que el top manta genere un malestar palpable en la sociedad, que lo concibe como un fenómeno de competencia ilegal, que en ocasiones -cada vez más- genera escenarios violentos (enfrentamientos con policías y con turistas) y que supone un potencial riesgo para la salud pública ante las condiciones de insalubridad de los productos ofrecidos. De ahí que cada vez sean más las voces que piden respuesta enérgica frente a dicho fenómeno.